El Arco

Las agujas del reloj parecen avanzar en días, pues el tiempo corre tan rápido que recuerdo como si fuera ayer cuando salí del colegio perdido sin saber qué estudiar, aunque ahora lo tengo claro, es demasiado tarde.
Mi juventud está por terminar, teniendo trabajo, casa, carro y sin nada de qué quejarme, mi corazón resuena por falta de felicidad y mi alma por todos los pesares que la vida me trajo. Desde cada fin de semana, visitando a mis padres que me reciben orgullosos de lo que han diseñado en mí (sin ser yo en realidad), el bullying que me perseguía con carcajadas y burlas por ver la marca negra que tenía en la mano, la carrera que estudié, pero que jamás amé. Mi lamento me habla una y otra vez. Por eso tomé esta decisión, para algunos absurda, para mí la única en tal convicción. El reloj de arena había girado, había decidido apagar la poca luz que me quedaba.
Me despediré de la vida con un viaje a la Selva, esa que en mi memoria de niño su bello paisaje dejó huella. Extraño es recordar un lugar que nunca antes había visitado, al menos, en el álbum de fotos de la familia, no estaba.
Al comentarle a mis padres de mi viaje se quedaron bloqueados, me hicieron un escándalo, lo negaron rotundamente, pues temían que me pasara algo malo. En fin, era solo un viaje, aunque el último de todos. Alisté maletas y emprendí vuelo.
UN POR QUÉ
Respirando sin aire, de tanta ausencia
olvido la presencia que hay en mi interior.
El TIC TAC no sabe del perdón y la esencia
de mi ser, ya se perdió.
Respirando sin aire, solo veo mi fracaso,
naturaleza de mi temor,
dureza de mi razón
¡Que corran los días como la melancolía en mi corazón!
Llegando a la Selva, las cascadas me saludaban, el cálido sol me abrazaba. Niños corriendo, señoras tejiendo, extranjeros que en el rostro mostraban las perlas sin pronosticar, me decían que ya había estado en aquel lugar.
Caminando por un pasillo, el cántico de aves y árboles frondosos me llevaron a un pasaje, a gran distancia se podía observar un arco grande y aunque la pereza me decía que siga mi camino, un impulso en el pecho me conducía hacia ese callejón. Entusiasmado sin saber la razón, aceleré el paso y llegando observé la misma imagen que mi mente no había olvidado, la naturaleza que brotaba por los suelos, llena de colores y vida. Con la cabeza bañada de curiosidad entré, la gente estaba celebrando en una ronda muy contentos, con una sonrisa sujetaron mis manos y con ellos dimos vueltas al son de la música.
Conocí a muchas personas y en especial a Don Jaime, el hombre más respetado de todo el pueblo. Era tarde, bajaba el sol y en mi espalda con fondo naranja tuvimos una larga plática.
—¿ Y Mario, has pensado en quedarte esta semana?—-me dijo en tono curioso Don Jaime
–Pues claro, si es un lugar maravilloso….—
tímidamente me atreví a consultar— Don Jaime ¿Cómo hacen ustedes para ser tan felices?
-jajaja ¿Qué dices muchacho?–me preguntó desconcertado
—respondí mirando al suelo---Le soy sincero, llego a este pueblo y toda la alegría es contagiosa, en mi vida real, solo estoy en rutinas, aborrecido. Quisiera ser como ustedes, felices, con motivación a todo lo que hacen.
–Verás que no es tanto así, tú eres el frustrado ¿Estás desconforme con algo?
—-Pues con la vida, he estudiado una carrera que no me apasiona, lo tengo todo pero no estoy feliz, me siento incompleto.---
–—Mario sabes, lo que dices que te está sucediendo no es nada comparado a lo que muchas personas viven. Mira, en estos instantes, hay robos, abusos, injusticias…Lo que la vida te ha otorgado son solo algunas "señales"
–¿señales?
– Sí, señales. Te contaré la historia de nuestro pueblo para que entiendas mejor lo que te digo—
El suspenso había entrado en mi ser, la expresión del viejo sabio reflejaba gran seriedad y como si hubiese retrocedido el tiempo me narró lo siguiente:
—En este pueblo he vivido toda mi juventud, ahora mi vejez, es por eso que el pueblo me conoce, sabe quién soy y sobre todo, qué hice.
Este hermoso pueblo que ahora ves lleno de prosperidad era antes uno muy lejano y lo que más pena daba, no había dignidad.
En ese entonces todos tuvimos una crisis económica, a nivel nacional no había dinero. Vivíamos de miserias, trabajos explotadores, la educación en nuestros niños era precaria, hasta eran, lamentablemente, abusados. Por eso tomamos la drástica decisión de irnos y rehacer nuestras vidas en otro lugar. Cada uno fue por su rumbo, algunos se mudaron a otras provincias, fundaron negocios, viajaron al extranjero...Yo me quedé, pero trabajé mucho, junté mis ahorros y entregué todo para que mi pueblo vuelva a nacer, reconstruí con los habitantes que se quedaron un pueblo nuevo, aquellos que extrañaban su tierra, volvieron. Solo algunos se quedaron con lo vida que ya habían formado en otro sitio y decidieron mejor no regresar.
A pesar de todo, siempre tendremos algo que nos unirá por siempre como el pueblo que somos, una marca negra, la misma que observé en tu mano apenas cruzaste nuestro arco…..—